Muchas de las preguntas de las personas que están iniciando un camino en la meditación tienen que ver con los pensamientos; escucho cosas como: no puedo dejar de pensar, ¿qué hago?, no logro poner la mente en blanco, ¿esto de la meditación sí será para mí?, ¿cómo calmar la mente?, ¿cómo dejo de pensar?
En mi experiencia he verificado que para meditar no es necesario dejar de pensar. Alguna vez escuché a un maestro oriental usando una analogía que se ajusta bastante bien a la naturaleza mental. Este meditador nos invitaba a comparar la mente con el mar; éste está compuesto, entre otras cosas, por olas y las olas nunca dejan de aparecer y desaparecer. El flujo continuo del oleaje no se detiene, así mismo los pensamientos que deambulan por la mente.
Así como la naturaleza de las olas del mar es ir y venir, la de los pensamientos también. En este sentido, ¿podrías parar al océano y detener sus olas? La respuesta es obvia y lo que obtendrías serían unos cuantos y sobre todo duros golpes de las olas. Parar los pensamientos es imposible y la consecuencia de intentarlo es terminar absorto en éstos, algunas veces confundido con qué hacer con éstos, y la mayoría de las veces viendo cómo los pensamientos "hacen" con nosotros.
La meditación, dentro del modelo Mindfulness, plantea una postura bien distinta. La actitud voluntaria que se asume en la Atención Plena es la observar con atención lo que me ocurre en el presente y dentro de estas ocurrencias aparecen los pensamientos; muchos, pocos, insistentes, pasajeros, densos, livianos, agradables, desagradables, neutros, pasados, futuros, al fin... todos pensamientos. Dentro de la actitud mindfull está la atención y al mismo tiempo el no juicio; de esta manera, observo los pensamientos, me doy cuenta qué estoy pensando. Indago qué pensamiento es pero lo hago como observador de éste no como el protagonista que está inmerso en él.
Para continuar con la analogía de las olas del mar, en vez de pararme en frente del pensamiento para que este me golpee, me sumerjo y desde abajo veo cómo pasa generando un ligero movimiento en mí. Desde adentro del mar - desde el observador - encuentro una posición que favorece el no luchar contra este y tampoco el involucrarme tanto - pararme frente a la ola -, que la experiencia mental me saca del aquí y el ahora. En este sentido, me hundo - activo el observador - las veces que sea necesario para dejar pasar los pensamientos y no intentar detener su flujo natural.
Aceptar que la mente piensa y que lo que puedo hacer es observar este proceso atentamente, me permite liberarme de la presión de "tener la mente en blanco". No importa cuántas veces tengas que activar el observador por la aparición de un pensamiento; regresar, darte cuenta, inhalar y exhalar con conciencia mientras observas cómo la ola del pensamiento pasa. No hay que dejar de pensar sino observar y dejarlo ir.
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